ODA A UN RÍO INTERMITENTE. EL RÍO QUE
NOS LLEVA.
Río que vas de peña en peña:
Déjame,por Dios, pasar
Que mi pobre madre enferma
Ayer me mandó (a) llamar.
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¿Ves, San
Miguel, nuestro río
surco por
Gerión arado?
¿Está sereno
y tranquilo
o con ira y
enojado?
¿Ha
descargado con saña
por las
cumbres el nublado?
¿O fue agua
de borrajas
según es lo
acostumbrado?
¿Vienen por
él ya las aguas?
Dinos si se
va acercando
la lengua,
con la que arrasa
campo yermo
o cultivado,
-o la punta
que otros llaman
en estilo no
elevado-,
la masa ocre
que brama,
ruge y
embiste corneando,
acometiendo en
manada
a las riscos
golpeando;
la espuma
sucia que salta
en marrones latigazos.
Si todo eso
observaras
desde tu
otero elevado,
desde tu
ermita blanqueada,
lumbre de
cal en el llano,
desde tu
esbelta atalaya,
alcázar de
los cristianos,
que es de
Nubla fina estampa;
desde tu
monte serrano,
recia,
preciosa esmeralda;
desde tu
cerro sagrado,
celador que
tierra guarda,
vigía del
cielo nombrado,
a tu grey
humilde y llana
hazlo saber
ipso facto.
Cuando
presientas que baja
mortal y
ciega la ola
avísanos, da
la alarma,
no dudes, a cualquier hora,
si ruge como
una fiera
o acecha
como alimaña
haz sonar la
caracola,
la cuerna,
tambor o trompa
de un
cortijo en la ribera
para que
todos lo oigan;
y confesados los coja
a los
creyentes su fuerza,
y resguardados acoja
a tiempo, de
tal fiereza,
su alma, en
febril congoja,
en volandas,
pasajera,
la
Providencia piadosa.
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Río
soberbio, toro suelto
de turbias y
bravas aguas,
de tiempo en
tiempo revuelto
en
septembrinas borrascas;
gigante mar
turbulento
de olas como
montañas:
déjame
alcanzar la orilla
¡No me ahogue en hora mala!
Voy a
jugarme la vida
y librar
esta batalla
contra rival
tan severo
mano a mano,
braza a braza,
y estrechar
contra mi pecho
a la que me
enseñó el habla
que en aquel lado me espera
rezándole a
nuestra santa
protectora
de tormentas,
de mineros y
otras causas,
la patrona Santa Bárbara,
para que no
sufra herida,
para que no
pierda el alma.
Sé bueno y
clemente ahora,
descansa,
haz una pausa
y permíteme
que pase
de un lado a
otro sin barca;
no hay
puentes ni pasaderas
que rompiste
en tu riada
sin que
nadie lo temiera,
sin que
nadie lo esperara;
sin que
nadie lo temiera…
y menos, lo deseara.
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Río bravo de
aguas turbias,
furia de
morlaco negro,
preñado a
veces de lluvias
o de sequías
sin cuento;
glorioso
germen de vida
y muerte en
otras, reseco:
Sé claro no
uses argucias,
desvélanos tu misterio,
si no nos
das alegría
no impongas el desconsuelo.
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Río
soberbio, río seco,
río muerto,
hijo de rambla,
de arena y
de piedras lleno
sin una gota
de nada.
Río triste,
río serio,
río de
lluvias sediento:
Nadie te
mira a la cara
desde que
sólo traes viento;
nadie te
quiere mentar
si no es con
menosprecio;
nadie a
acompañarte baja
en busca de tu
aire fresco;
nadie viene
a contemplar
tu cara de
roto espejo,
de eterna
ausencia de agua,
ahora que
tienes el cuerpo
vacío como
una cántara
urgente en
las aguaderas
camino de
fuente clara
a lomos de burro negro.
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¡Cuántas
veces te has burlado,
mostrando tu
faz guerrera,
de la buena
fe sincera,
y con furia
has arrancado
sobre rudo
potro alado,
la huerta, el trigo o la higuera…!
Cosecha,
vida y hacienda
del
hortelano abnegado
te has
llevado en la carrera
como corcel
desbocado.
Y con odio
te has jurado
continuar la
contienda
y no
abandonar la senda
de enemigo
declarado.
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Rio nuestro,
río desierto,
el de las
mil asechanzas:
¿Estás forjando
las armas
de la
próxima asonada?
El arcángel
nos proteja
-San Miguel
el de la espada-
y la mártir
Santa Bárbara,
de tragedias
malhadadas,
de diluvios
infernales,
de
terroríficas aguas,
y de odiosos
vendavales;
séanos
piadoso el cielo
y pase como
si nada
la nube
negra de lluvia
sobre la
tierra inundada.
Líbrenos de los
malvados
truenos
sonoros y rayos
y venga el
sol y la calma
tras esta
tormenta aciaga.
©Salvador Navarro Fernández.