viernes, 23 de noviembre de 2018




                       ADIOS A CÓRDOBA

Adiós, Córdoba, romana,
celtíbera, goda y árabe…
Te quedas sola y lejana,
orgullosa, en tus alcázares.
Bella, verde y silenciosa,
el agua acuna a los ánades
en el río, cadenciosa,
bajo tus puentes gigantes,
y riega con luz mimosa
los divinos arriates
que artísticamente bordan
tus jardines singulares.

Del zoco a la sinagoga,
con supuestos alminares,
del Guadalquivir la noria,
compite, quieta entre sauces,
en negra e imponente forma,
con altura impresionante,
 heredera de la otra
que mandó romper tonante
aquella reina Católica
del siglo quince reinante.

Y tus limpísimas calles
exhiben, con que se adornan,
naranjos a centenares
en hileras, que se tornan,
penitentes vegetales
que en Semana Santa oran
en silencio, por la tarde,
con música religiosa
y repique de atabales.


Tus plazoletas y parques
al universo pregonan
la devoción al arcángel
San Rafael, que custodia
la almedina y arrabales.
(“Yo te juro…que soy ángel…
-¡por Aciscio y por Victoria!-
que frente a todos los males
he de proteger a Córdoba”)

Tus gentes, pura bondad,
necesitan, generosas,
entregar cordialidad
sincera, flores y rosas
de amable trato social,
solícitas, obsequiosas,
y sirven  a la ciudad
de cicerones graciosas
de tierna hospitalidad,
patrimonio entre las cosas
de toda la Humanidad.

Adiós celtíbera hermana
de aquellas peninsulares,
de Europa las más humanas,
hermosísimas ciudades.
Urbe asombrosa en la llana
de los tiempos imperiales
Bética provincia hispana,
con un río entre los grandes,
del mar a Sierra Nevada.


La Mezquita, edificada
en los tiempos califales,
más tarde cristianizada
doblegando voluntades
en tierra reconquistada,
muestra,  soberbia, los mármoles
sacados de las entrañas
de la sierra de Filabres
y otras canteras lejanas,
 en crepusculares tardes,
o en luminosas mañanas,
de esfuerzos descomunales,
inacabables jornadas
y de accidentes mortales.

Cristiana, mora o judía
duran a través del tiempo
tu estilo, honor y valía:
Laboriosidad y celo
en tu áurea artesanía,
envidia del mundo entero
por su rica joyería,
el repujado del cuero
para la caballería,
el cordobán de ternero
de la marroquinería,
el cerámico sosiego
del taller de alfarería,
fuente, manantial, venero
de infatigable inventiva;
toreo, toro y torero
en el museo de la lidia,
los cálices, los fruteros,
de tu fina platería;
 el arte del carpintero:
guitarra, ebanistería…
y, sobre todo, el misterio
en primavera florida,
del patio color de fuego
a la sombra humedecida
de tus casas, el consuelo
del calor en demasía
que el rey sol lanza severo,
y la real fantasía
del pintor Julio Romero
fundiendo la maravilla
de la mujer con sombrero
cordobés, y la mantilla.

                                                         Salvador Navarro

                                                           Córdoba 2018