martes, 13 de enero de 2015

A MIS AMIGOS DE OVERA

¡Cumbres, barrancos, laderas,
Senderos que transitamos,
Caminos, rutas, veredas
Que paso a paso marcamos
Dejando impresa la huella
De nuestro andar fatigado…!
¡Bello teatro de Overa,
Cuna de Apolo dorado
Y luna cascabelera,
Al aire libre observado
Cuando el sol hoy se nos niega
En día de Pascua, nublado…!
Hijos de esta amada tierra,
Hoy de nuevo convocados,
Rinden visita a la excelsa
Patria chica, y admirados,
La disfrutan y contemplan
Como santos extasiados
Ante la belleza extrema
Con que han sido regalados
Al nacer en la ribera
Del rio Soberbio llamado.
Este dios padre, que fuera
De sus hijos bien amado
En época pasajera,
En la “civilización de antaño”;
Si bien, todavía nos queda
A algunos ese marchamo,
Memoria que es heredera,
Impronta, de antepasados;
Obsequio, regalo y prenda
Que en el corazón llevamos.
Por eso, hoy celebramos,
Como la costumbre ordena,
Con este vino criado
En las bodegas de Overa
Con gran amor cosechado,
La belleza de esta vega.
¡Viva mi tierra! –digamos.
¡Viva! –deseamos con fuerza.


                                              Salvador Navarro Fernández.

                                              Diciembre de 2014.

sábado, 10 de enero de 2015

          EN EL NOMBRE DE OVERA. AMÉN.
 “OVERA”, ¿ES DE ETIMOLOGÍA IBERA? ¿LATINA? ¿MOZÁRABE? ¿ÁRABE?

     (Propuestas para la investigación de la definitiva etimología)

     Veamos qué posibles orígenes etimológicos se nos ofrecen como soluciones razonables, plausibles:
      “Olivera” (del latin “olivar︣ia”, “olivo” -y ésta fue tierra de buenos olivos- ,  que todavía se usa como sinónimo de “olivo” en el levante peninsular),  dio  “Ol(i)vera” > O(li)vera> Overa.
          Otra posible etimología: “lugar del río, con ´ovas´, con algas”, es decir, “overa”; aunque también tendría la misma etimología, si se hiciera derivar de “ovas” (del latin ova,huevos), que son huevecillos juntos de algunos peces, hueva.
           Aludiendo al color amarillento de la tierra, que en femenino se dice “overa” (del bajo latin “falvus varius”, amarillo cambiante) podría haber  surgido este adjetivo, convertido en topónimo, Overa.
          Otra posibilidad es la interpretación, en versión árabe,  de “pozos  ( الآبار )   de          la cuesta”  (pozos  en árabe, se dice al-abar     
      que  más tarde sería “al bara”, “aubara”> luego, “ obara”/ "obira", “obera”, ”overa”.



significa pozopozo, suena algo así como be´ar, aunque en otra versión suena bi´run               . Tanto en uno como en otro caso, la evolución hasta  la cadena de sonidos “overa”, no es difícil de construir:
 Be ´ar> be´ara>be´ra>Overa (la vocal inicial se hizo indispensable, o al menos, conveniente,  a la emisión de la cadena fónica)
 Bi´run> biraun> bira> obira>Overa.
Incluso la fusión de las dos sinónimos, facilitaba la solución “overa”, con el añadido prefijo de la vocal mencionada.
              Con la idea de fecundidad, feracidad o fertilidad que da el no descartable hipotético adjetivo “ubera” (del latin uber, uberis) ( cfr. mi artículo sobre el gentilicio de Overa, en el blog Overaviva), tendríamos fácilmente el topónimo Overa, que nos ocupa.
              Así también otras posibles etimologías como la que tendría su origen en  poꜚpulus, “chopo”, con su derivado romance “llopera”,“chopera”>”llobera” (el árabe carece del sonido “p”)>Overa.
               O la que lo emparenta con ´lugar de lobos´ (“lobo” es lupus, lupi en latin) “lobera”> (la) lobera> l´obera> Overa.
               O, simplemente, de "ribera" subdividida en "rib, riv, riu, río" y "bera", que, recompuesto, pudo dar "ríOvera", perdiendo más tarde la alusión al río y quedando sólo "Overa".
               En 1712, el censo de Campoflorido incluye nuestro topónimo formando parte del nuevo municipio, como Huescal y ôlfera. Este "olfera", que después daría lugar a "overa", pasando por "ofera" (pues de forma fonéticamente relajada es fácil pasar de la bilabial poco oclusiva "v", a la labiodeltal "f "), tiene cercano parentesco fonético y semántico con "bufera" o albufera, lugar más o menos estancado de agua, de humedad constante, como tradicionalmente ha sido la zona del río Almanzora, a la altura de nuestro 'castillo' o torre de Santa Bárbara, en Overa, núcleo primigenio de poblamiento en la zona. Y he ahí otro posible origen etimológico de "Overa".
                Y ahora,  abordamos la siguiente interpretación, íntimamente relacionada con la idea de agua que implica el afijo “ur” y sus variantes.
        Vamos a aproximarnos a la explicación de por qué utilizamos la palabra “Overa” para denominar a una localidad situada geográficamente en la falda o ladera de dos poco prominentes sierras del sureste español, la Sierrecica y las últimas estribaciones hacia el Este de Los Filabres, basándonos en lo que apuntan los estudios más acreditados de toponimia rural, teniendo en cuenta los ejemplos más o menos aplicables a nuestro caso,  extraídos de la evolución fonética que dichos ejemplos han experimentado, por efecto de la transformación lógica que los idiomas hablados a lo largo de la historia en la Península Ibérica han producido en ellos, lenguas que han ido imprimiendo su huella característica,  dejándola  marcada , adherida al término preexistente, dicho en la lengua autóctona  anterior.
         Tendremos en cuenta, como otros autores hacen, lo que se conoce de las lenguas prerromanas, o lenguas ibéricas, consideradas hermanas del euskera general -no simplemente el oficial actual-, el  latín traído por los romanos, el árabe, el mozárabe y el castellano.
        “Ur” significa “agua” en indoeuropeo;  “ibar”, es “río” en ibero; es decir, “ur”+”ibar”,tautológicamente, es “el río de agua”,  y da “Uribar”, que, por relajación, puede quedar en “Uriba”, por pérdida de  la “r” final; “Oriba”, aparece  abriendo la vocal “u”, cosa muy común en la evolución de nuestra lengua; “Obira”, surge  por metátesis, alterando el orden fonético,  tal como sucedió en el paso de “riparia” a “ribaira” y luego “ribera”; “Obera”,  por apertura de la “i”, fenómeno frecuente en pronunciación morisca; “Overa”, salió por simple cambio ortográfico, que no, fonético. Conectado con todo ello, estaría “Uribe” u “Oribe”.

   “Ur”, agua corriente en vasco, tiene multitud de ejemplos en toponimia rural de los pueblos de lenguas romances y no romances.  En la Península, por ejemplo,  Urumea, río de Guipúzcoa;   Úrcal (Almería) localidad inmediata a Las Norias, de indudable relación con el agua; (H)u(é)rcal –Overa, más o menos junto al Almanzora y Huércal de Almería, junto al Andarax;  Urrácal, junto al Almanzora;  Urci, Orce, Ilorci, en el sureste español; Burgas (Orense), Asturias, Purchena, Zurgena, etc. Y, con alteraciones fonéticas, tendríamos "Oria" (nombre de río y de municipio), que sería "Uria".
      En rumano:  “urcior”  es botijo;  “izvur” ,  manantial; “pûrîu”,  arroyo; “gûrla” , charco,  lago; “iures” , crecida de agua; “abur” , vapor; “nour” , nube;  “turoi”,  manantial;  “furtuna” ,  tormenta;  “turuì”  correr el agua;   “bura”, “llovizna”.
    En Mesopotamia (que en griego quiere decir “entre ríos”):  Ur  y Uruk (Caldea), cerca de la desembocadura  del río Eufrates;  Assur,  junto al Tigris.
    En árabe, “noria”, artilugio para extraer agua, se dice  “na´úra”;  y  “torre”, construcción para la defensa de riqueza natural de subsistencia como el agua, se dice “ bur^y” . Ambos términos contienen el infijo “ur”, “agua”.
      Y ahora, aquí introducimos otra posible etimología del nombre Overa, conectada con el sistema tradicional de extracción de agua de riego y abastecimiento doméstico: la tradicional noria.
    Na´úratun, ( ناعورة ) evolucionó  a  Na´úra>(N)auera>Auera≥Agüera >Ouera>Overa.
      Y aún una nueva posible etimología:
   Con  Ur Bury             
  برج   +  Iyih + la “A” epentética (añadida) árabe habitual, daría una expresión fonética algo así como “Urbur^yia”>”Urburia”>”Orburia”>”Oburia”> “Obeira” >”Obera” >”Overa”, según la explicación que sigue:
         Minateda (Hellín) se documenta en el s.XIII como “Medinatea”,
hecho que condujo a Alfonso Carmona a identificarlo con el topónimo árabe Madīnat Iyih “la ciudad de Iyih”, la cual, según al-ʻUḏrī, se encontraba en este lugar en el s.XI, o más exactamente en el Tolmo de Minateda, prominente meseta rocosa ubicada a 1,5km al NO de Minateda, en cuya cima se conservan los restos de una importante ciudad romana. Hay pruebas de que también hubo otra ciudad de Iyih en Algezares (Murcia), y a una de las dos se refiere el adjetivo  “eiotanus” aplicado a obispos presentes en diferentes concilios de la iglesia toledana celebrados durante el s.VII. La forma mozárabe Eio que se deduce de dicho adjetivo latino eiotanus, y la forma árabe Iyih, remontan verosímilmente a una raíz iberorromana Egi que podemos relacionar directamente con el euskera egi “ladera, línea de montes”, y en particular con la definición más específica que trae el diccionario Amaia, de “pequeña planicie sobre un precipicio, meseta”, inspirada posiblemente en la interpretación de algún topónimo vasco. Como indica Michelena, este vocablo está representado profusamente en la toponimia y apellidos vascos: Eguibar, Eguiguren, Eguilaz, Eguina, Eguiagaray, Eguizabal,etc.  El desarrollo fonético es: Egi > mozárabe Eǧi,  Eyi > árabe  Iyi, Madīnat Iya > castellano  Medinatea, con la transformación de la vocal final en A durante su paso por el árabe, como ocurre en otros topónimos.
      No es ésta la única raíz euskérica con la que se podrían asociar estos topónimos. También existen: eio “corral para el ganado” y ei “pocilga”,
voces eminentemente adecuadas para originar topónimos, y presentes en los apellidos de origen toponímico Eiape y Eiarri (no hay que olvidar que los nombres de los lugares se crean normalmente en base a lo que había en el sitio en el primer momento de su ocupación;
      También tenemos la antigua raíz toponímica ´ay´ “ladera”, sinónimo de egi, estudiada por Michelena y presente en diferentes apellidos, como Aya, Ayalde, Ayaldeburu, Ayarte. El significado “ladera” sería idóneo para el Eio murciano, emplazado en la ladera de la Sierra de la Cresta del Gallo. Pero para Minateda conviene más la antedicha raíz egi, debido a la acepción “pequeña planicie sobre un precipicio, meseta”, idealmente adaptado al emplazamiento de la Iyih de Minateda, situada en una elevada planicie, rodeada de precipicios.
          Por último, es posible que hubiera una tercera Iyih. Se trataría
del lugarejo de Bugéjar, situado entre Caravaca y Huéscar, ya en término
de Granada. Este topónimo se documenta como “Burgeia” (1243), y
“Burgesa”, “Burguesa” (1271),  nombre de un castillo entregado a la
Orden de Santiago. Estas grafías indican una pronunciación /burǧéǧa/,
sugiriendo que el nombre puede remontar a una expresión árabe Burŷ   Iyih (con la transformación de la vocal final en A durante su paso por el árabe) “torre de Iyih”, muy similar a la de Madīnat Iyih “ciudad de Iyih”.
         Así que, para nuestro caso de “Overa”  Ur+Bur^y, que,  acabado en “a” daría algo así como Urburya-Urburia˃Urbera˃Orbera˃Obera˃Overa. Y vendría a ser, semánticamente, el agua de la torre, el lugar donde hay agua junto a la torre  ( nuestro castillo).
Desarrollo fonético: Egi > mozárabe  Eǧi,  Eyi > árabe  Iyi, Burŷ Iya > castellano Burgeia, Bugeja, Bugéjar. En este caso la semivocal árabe Y se contagió con la articulación africada de la Ŷ, recuperando el sonido /ǧ/ que tuvo inicialmente en mozárabe. Posteriormente el nombre perdió la R implosiva interior y adquirió una R final antietimológica, procesos recurrentes en la toponimia meridional. Al oeste de Bujéjar se extiende una amplia planicie conocida como Llanos de Bugéjar, dato que podemos poner en relación con el hecho de que, según al-ʻUḏrī, uno de los Iyih se conocía precisamente como Iyih al-Sahl “Iyih del llano”. *
         Orosio fue el primero que definió el término “burgo”, en la acepción de pago, vicus, habitaculum, aldea, y al hacer la definición de esta palabra, San Isidoro prueba que había burgos de tal clase en España a raíz de la invasión germánica.       La etimología de la palabra es latina para Orosio, puesto que dice que los romanos habían designado con ella, en el siglo I de nuestra era al primer pueblo de raza germánica que, con carácter sedentario, se estableció en el Imperio:  Hos (Burgundiones) quia creba per limitem habitacula constituta, “burgos” vulgo vocant.
    Joaquin Costa dedicó un  trabajo a los burgos y analizó su etimología que aparece en más de una familia de lenguas: macedonio βυργος, griego πύροϧ, torre; gótico baurg, plaza fortificada y ciudad; escandinavo borg, palacio; anglosajón burch, muralla; irlandés Bruch, fortaleza, palacio; árabe burg y borch, fortaleza, quinta, caserío o casa de campo.
  Nuestro investigador regeneracionista deduce que el término no debe de ser autóctono y para explicar su implantación entre nosotros, da la siguiente explicación:   Las aldeas fortificadas que había en el territorio de  cada ciudad tenían el concepto de bienes del Estado, y los siervos adscripticios que los habitaban, cultivaban y guarnecían eran siervos públicos.    No todas las aldeas de la ciudad eran de esta clase – fortificadas, propiedad colectiva de la tribu y contributas leyes-, sino tan sólo las fronterizas, vinculadas más especialmente a la defensa del territorio: “loca quae sunt ab oppidis remota” , como dice el anónimo autor de los Comentarios “de bello hispaniensi”, y se explica así la asignación que hizo Augusto en Mérida a los colonos romanos, no de las tierras próximas al río, sino las de los  extremos (Extremadura) (circa extremun fere finem velut términos). Estas aldeas fronterizas son las que los romanos debieron llamar burgos (per limitem habitacula constituta) según la definición de Orosio, quien pudo verlas antes de salir de Hispania en la misma disposición que tenían cuando se produjo la conquista romana, pues los romanos no tocaron apenas la división territorial de las tribus ibéricas, respetándoles las fronteras. Cada una de dichas aldeas, en la parte de edificación, constaba de dos cuerpos: uno, civil, el oppidum; otro, militar, la turris. Los historiadores romanos de la conquista expresaron el conjunto con el nombre de uno de los dos componentes, oppidum o turris, o castrum, o castellum, usados indistintamente, lo mismo que vicus ( y de ahí, vicinus, vecino). Hacia el siglo II, debió de introducirse el vocablo “burgo”, en la técnica militar, que sustituiría a turris, castellum,… lo mismo para referirse a los puestos avanzados que se edificaban en las fronteras de la Mauritania, como a las aldeas-castillo construidas desde tiempo atrás en las fronteras de las tribus ibéricas y denominadas  en  tiempos de la conquista opidos, vicos, o castillos.    Apoyándonos en la explicación anterior, identificamos a Overa como uno de esos lugares fronterizos, burg, bur^y, emparentado con “ur”: ur +bur^y+a, nacida al abrigo de la torre medieval que es el castillo de Santa Bárbara, y que no invalida las interpretaciones que, alusivas a la riqueza hídrica de la zona y sus posibilidades agrícolas, la emparentan etimológicamente con la idea de zona fronteriza, de paso, con posibilidades de explotación de agricultura de subsistencia y ruta comercial natural en base a la accesibilidad entre el mar y el interior peninsular surlevantino, que le concede el curso del río junto al que se ubica.                 Estos razonamientos etimológicos y especulaciones lingüísticas tienen sentido en tanto no se demuestre documentalmente, o a través de inscripciones numismáticas  o  epigráficas, como ocurrió con la res pública Tagilitana (Yhlyt), o con Baria, otro origen del topónimo Overa.                                                      © Salvador Navarro Fernández
                                                         Licenciado en Filología Hispánica.
*Revista de estudios albacetenses.