EN EL NOMBRE DE OVERA.
AMÉN.
“OVERA”, ¿ES DE ETIMOLOGÍA IBERA? ¿LATINA?
¿MOZÁRABE? ¿ÁRABE?
(Propuestas para la investigación de la definitiva etimología)
Veamos
qué posibles orígenes etimológicos se nos ofrecen como soluciones razonables,
plausibles:
“Olivera” (del latin “olivar︣ia”, “olivo” -y ésta fue tierra de buenos
olivos- , que todavía se usa como
sinónimo de “olivo” en el levante peninsular),
dio
“Ol(i)vera”
> O(li)vera> Overa.
Otra
posible etimología: “lugar del río, con ´ovas´, con algas”, es decir, “overa”;
aunque también tendría la misma etimología, si se hiciera derivar de “ovas”
(del latin ova,huevos), que son
huevecillos juntos de algunos peces, hueva.
Aludiendo al color amarillento de la tierra, que en femenino se dice
“overa” (del bajo latin “falvus varius”, amarillo cambiante) podría haber surgido este adjetivo, convertido en
topónimo, Overa.
Otra posibilidad es la interpretación, en versión árabe, de “pozos ( الآبار ) de la cuesta” (pozos en árabe, se dice al-abar
pozo, suena algo así como be´ar,
aunque en otra versión suena bi´run . Tanto en uno como en otro
caso, la evolución hasta la cadena de
sonidos “overa”, no es difícil de construir:
Be ´ar> be´ara>be´ra>Overa
(la vocal inicial se hizo indispensable, o al menos, conveniente, a la emisión de la cadena fónica)
Bi´run> biraun> bira> obira>Overa.
Incluso la fusión de las dos sinónimos, facilitaba la
solución “overa”, con el añadido prefijo de la vocal mencionada.
Con la idea de fecundidad, feracidad o
fertilidad que da el no descartable hipotético adjetivo “ubera” (del latin uber, uberis) ( cfr. mi artículo sobre
el gentilicio de Overa, en el blog Overaviva), tendríamos fácilmente el
topónimo Overa, que nos ocupa.
Así también otras posibles etimologías como la que tendría su origen
en poꜚpulus,
“chopo”, con su derivado romance “llopera”,“chopera”>”llobera” (el árabe
carece del sonido “p”)>Overa.
O la que lo emparenta con ´lugar de lobos´ (“lobo” es lupus, lupi en
latin) “lobera”> (la) lobera> l´obera> Overa.
O, simplemente, de "ribera" subdividida en "rib, riv, riu, río" y "bera", que, recompuesto, pudo dar "ríOvera", perdiendo más tarde la alusión al río y quedando sólo "Overa".
En 1712, el censo de Campoflorido incluye nuestro topónimo formando parte del nuevo municipio, como Huescal y ôlfera. Este "olfera", que después daría lugar a "overa", pasando por "ofera" (pues de forma fonéticamente relajada es fácil pasar de la bilabial poco oclusiva "v", a la labiodeltal "f "), tiene cercano parentesco fonético y semántico con "bufera" o albufera, lugar más o menos estancado de agua, de humedad constante, como tradicionalmente ha sido la zona del río Almanzora, a la altura de nuestro 'castillo' o torre de Santa Bárbara, en Overa, núcleo primigenio de poblamiento en la zona. Y he ahí otro posible origen etimológico de "Overa".
O, simplemente, de "ribera" subdividida en "rib, riv, riu, río" y "bera", que, recompuesto, pudo dar "ríOvera", perdiendo más tarde la alusión al río y quedando sólo "Overa".
En 1712, el censo de Campoflorido incluye nuestro topónimo formando parte del nuevo municipio, como Huescal y ôlfera. Este "olfera", que después daría lugar a "overa", pasando por "ofera" (pues de forma fonéticamente relajada es fácil pasar de la bilabial poco oclusiva "v", a la labiodeltal "f "), tiene cercano parentesco fonético y semántico con "bufera" o albufera, lugar más o menos estancado de agua, de humedad constante, como tradicionalmente ha sido la zona del río Almanzora, a la altura de nuestro 'castillo' o torre de Santa Bárbara, en Overa, núcleo primigenio de poblamiento en la zona. Y he ahí otro posible origen etimológico de "Overa".
Y ahora, abordamos la siguiente
interpretación, íntimamente relacionada con la idea de agua que implica el
afijo “ur” y sus variantes.
Vamos
a aproximarnos a la explicación de por qué utilizamos la palabra “Overa” para
denominar a una localidad situada geográficamente en la falda o ladera de dos
poco prominentes sierras del sureste español, la Sierrecica y las últimas
estribaciones hacia el Este de Los Filabres, basándonos en lo que apuntan los
estudios más acreditados de toponimia rural, teniendo en cuenta los ejemplos más
o menos aplicables a nuestro caso,
extraídos de la evolución fonética que dichos ejemplos han
experimentado, por efecto de la transformación lógica que los idiomas hablados
a lo largo de la historia en la Península Ibérica han producido en ellos, lenguas
que han ido imprimiendo su huella característica, dejándola
marcada , adherida al término preexistente, dicho en la lengua
autóctona anterior.
Tendremos en cuenta, como otros autores hacen, lo que se conoce de las
lenguas prerromanas, o lenguas ibéricas, consideradas hermanas del euskera
general -no simplemente el oficial actual-, el
latín traído por los romanos, el árabe, el mozárabe y el castellano.
“Ur”
significa “agua” en indoeuropeo; “ibar”,
es “río” en ibero; es decir, “ur”+”ibar”,tautológicamente, es “el río de
agua”, y da “Uribar”, que, por
relajación, puede quedar en “Uriba”, por pérdida de la “r” final; “Oriba”, aparece abriendo la vocal “u”, cosa muy común en la
evolución de nuestra lengua; “Obira”, surge
por metátesis, alterando el orden fonético, tal como sucedió en el paso de “riparia” a
“ribaira” y luego “ribera”; “Obera”, por
apertura de la “i”, fenómeno frecuente en pronunciación morisca; “Overa”, salió
por simple cambio ortográfico, que no, fonético. Conectado con todo ello,
estaría “Uribe” u “Oribe”.
“Ur”, agua
corriente en vasco, tiene multitud de ejemplos en toponimia rural de los
pueblos de lenguas romances y no romances.
En la Península, por ejemplo,
Urumea, río de Guipúzcoa; Úrcal
(Almería) localidad inmediata a Las Norias, de indudable relación con el agua;
(H)u(é)rcal –Overa, más o menos junto al Almanzora y Huércal de Almería, junto
al Andarax; Urrácal, junto al
Almanzora; Urci, Orce, Ilorci, en el
sureste español; Burgas (Orense), Asturias, Purchena, Zurgena, etc. Y, con alteraciones fonéticas, tendríamos "Oria" (nombre de río y de municipio), que sería "Uria".
En rumano: “urcior” es botijo; “izvur” , manantial; “pûrîu”, arroyo; “gûrla” , charco, lago; “iures” , crecida de agua; “abur” , vapor; “nour” , nube; “turoi”, manantial; “furtuna” , tormenta; “turuì” correr el agua; “bura”, “llovizna”.
En rumano: “urcior” es botijo; “izvur” , manantial; “pûrîu”, arroyo; “gûrla” , charco, lago; “iures” , crecida de agua; “abur” , vapor; “nour” , nube; “turoi”, manantial; “furtuna” , tormenta; “turuì” correr el agua; “bura”, “llovizna”.
En Mesopotamia (que en griego quiere decir “entre ríos”): Ur y
Uruk (Caldea), cerca de la desembocadura del río Eufrates; Assur,
junto al Tigris.
En árabe,
“noria”, artilugio para extraer agua, se dice
“na´úra”; y “torre”, construcción para la defensa de
riqueza natural de subsistencia como el agua, se dice “ bur^y” . Ambos términos
contienen el infijo “ur”, “agua”.
Y ahora,
aquí introducimos otra posible etimología del nombre Overa, conectada con el
sistema tradicional de extracción de agua de riego y abastecimiento doméstico:
la tradicional noria.
Na´úratun,
( ناعورة ) evolucionó a Na´úra>(N)auera>Auera≥Agüera
>Ouera>Overa.
Y aún una nueva posible
etimología:
Con Ur Bury
برج + Iyih + la “A” epentética (añadida) árabe
habitual, daría una expresión fonética algo así como
“Urbur^yia”>”Urburia”>”Orburia”>”Oburia”> “Obeira” >”Obera”
>”Overa”, según la explicación que sigue:
Minateda (Hellín) se documenta en el s.XIII como “Medinatea”,
hecho que condujo a Alfonso Carmona a identificarlo
con el topónimo árabe Madīnat Iyih “la ciudad de Iyih”, la cual, según al-ʻUḏrī,
se encontraba en este lugar en el s.XI, o más exactamente en el Tolmo de
Minateda, prominente meseta rocosa ubicada a 1,5km al NO de Minateda, en cuya
cima se conservan los restos de una importante ciudad romana. Hay pruebas de
que también hubo otra ciudad de Iyih en Algezares (Murcia), y a una de las dos
se refiere el adjetivo “eiotanus”
aplicado a obispos presentes en diferentes concilios de la iglesia toledana
celebrados durante el s.VII. La forma mozárabe Eio que se deduce de dicho
adjetivo latino eiotanus, y la forma
árabe Iyih, remontan verosímilmente a una raíz iberorromana Egi que podemos
relacionar directamente con el euskera egi “ladera, línea de montes”, y en
particular con la definición más específica que trae el diccionario Amaia, de
“pequeña planicie sobre un precipicio, meseta”, inspirada posiblemente en la
interpretación de algún topónimo vasco. Como indica Michelena, este vocablo
está representado profusamente en la toponimia y apellidos vascos: Eguibar,
Eguiguren, Eguilaz, Eguina, Eguiagaray, Eguizabal,etc. El desarrollo fonético es: Egi > mozárabe
Eǧi, Eyi > árabe Iyi, Madīnat
Iya > castellano Medinatea, con
la transformación de la vocal final en A durante su paso por el árabe, como
ocurre en otros topónimos.
No es
ésta la única raíz euskérica con la que se podrían asociar estos topónimos.
También existen: eio “corral para el ganado” y ei “pocilga”,
voces eminentemente adecuadas para originar
topónimos, y presentes en los apellidos de origen toponímico Eiape y Eiarri (no
hay que olvidar que los nombres de los lugares se crean normalmente en base a
lo que había en el sitio en el primer momento de su ocupación;
También
tenemos la antigua raíz toponímica ´ay´ “ladera”, sinónimo de egi, estudiada
por Michelena y presente en diferentes apellidos, como Aya, Ayalde, Ayaldeburu,
Ayarte. El significado “ladera” sería idóneo para el Eio murciano, emplazado en
la ladera de la Sierra de la Cresta del Gallo. Pero para Minateda conviene más
la antedicha raíz egi, debido a la acepción “pequeña planicie sobre un
precipicio, meseta”, idealmente adaptado al emplazamiento de la Iyih de
Minateda, situada en una elevada planicie, rodeada de precipicios.
Por
último, es posible que hubiera una tercera Iyih. Se trataría
del lugarejo de Bugéjar, situado entre Caravaca y
Huéscar, ya en término
de Granada. Este topónimo se documenta como
“Burgeia” (1243), y
“Burgesa”, “Burguesa” (1271), nombre de un castillo entregado a la
Orden de Santiago. Estas grafías indican una
pronunciación /burǧéǧa/,
sugiriendo que el nombre puede remontar a una expresión
árabe Burŷ Iyih (con la transformación
de la vocal final en A durante su paso por el árabe) “torre de Iyih”, muy
similar a la de Madīnat Iyih “ciudad de Iyih”.
Así
que, para nuestro caso de “Overa”
Ur+Bur^y, que, acabado en “a”
daría algo así como Urburya-Urburia˃Urbera˃Orbera˃Obera˃Overa. Y vendría a ser,
semánticamente, el agua de la torre, el lugar donde hay agua junto a la torre ( nuestro castillo).
Desarrollo fonético: Egi > mozárabe Eǧi,
Eyi > árabe Iyi, Burŷ Iya >
castellano Burgeia, Bugeja, Bugéjar. En este caso la semivocal árabe Y se
contagió con la articulación africada de la Ŷ, recuperando el sonido /ǧ/ que
tuvo inicialmente en mozárabe.
Posteriormente el nombre perdió la R implosiva interior y adquirió una R final antietimológica, procesos
recurrentes en la toponimia
meridional. Al oeste de Bujéjar se extiende una amplia planicie conocida como Llanos de Bugéjar, dato
que podemos poner en relación con el
hecho de que, según al-ʻUḏrī, uno de los Iyih se conocía precisamente como Iyih al-Sahl “Iyih del llano”. *
Orosio fue el primero que definió el término “burgo”, en la acepción de pago, vicus, habitaculum, aldea, y al hacer la definición de esta palabra, San Isidoro prueba que había burgos de tal clase en España a raíz de la invasión germánica. La etimología de la palabra es latina para Orosio, puesto que dice que los romanos habían designado con ella, en el siglo I de nuestra era al primer pueblo de raza germánica que, con carácter sedentario, se estableció en el Imperio: Hos (Burgundiones) quia creba per limitem habitacula constituta, “burgos” vulgo vocant.
Joaquin Costa
dedicó un trabajo a los burgos y analizó
su etimología que aparece en más de una familia de lenguas: macedonio βυργος,
griego πύροϧ, torre; gótico baurg, plaza fortificada y ciudad; escandinavo
borg, palacio; anglosajón burch, muralla; irlandés Bruch, fortaleza, palacio;
árabe burg y borch, fortaleza, quinta, caserío o casa de campo.
Nuestro investigador regeneracionista deduce
que el término no debe de ser autóctono y para explicar su implantación entre
nosotros, da la siguiente explicación: Las aldeas fortificadas que había en el
territorio de cada ciudad tenían el
concepto de bienes del Estado, y los siervos adscripticios que los habitaban,
cultivaban y guarnecían eran siervos públicos. No todas las aldeas de la ciudad eran de
esta clase – fortificadas, propiedad colectiva de la tribu y contributas
leyes-, sino tan sólo las fronterizas, vinculadas más especialmente a la
defensa del territorio: “loca quae sunt
ab oppidis remota” , como dice el anónimo autor de los Comentarios “de
bello hispaniensi”, y se explica así la asignación que hizo Augusto en Mérida a
los colonos romanos, no de las tierras próximas al río, sino las de los extremos (Extremadura) (circa extremun fere
finem velut términos). Estas aldeas fronterizas son las que los romanos
debieron llamar burgos (per limitem habitacula constituta) según la definición
de Orosio, quien pudo verlas antes de salir de Hispania en la misma disposición
que tenían cuando se produjo la conquista romana, pues los romanos no tocaron
apenas la división territorial de las tribus ibéricas, respetándoles las
fronteras. Cada una de dichas aldeas, en la parte de edificación, constaba de
dos cuerpos: uno, civil, el oppidum; otro, militar, la turris. Los
historiadores romanos de la conquista expresaron el conjunto con el nombre de
uno de los dos componentes, oppidum o turris, o castrum, o castellum, usados
indistintamente, lo mismo que vicus ( y de ahí, vicinus, vecino). Hacia el
siglo II, debió de introducirse el vocablo “burgo”, en la técnica militar, que
sustituiría a turris, castellum,… lo mismo para referirse a los puestos
avanzados que se edificaban en las fronteras de la Mauritania, como a las
aldeas-castillo construidas desde tiempo atrás en las fronteras de las tribus
ibéricas y denominadas en tiempos de la conquista opidos, vicos, o castillos. Apoyándonos en la explicación anterior,
identificamos a Overa como uno de esos lugares fronterizos, burg, bur^y,
emparentado con “ur”: ur +bur^y+a, nacida al abrigo de la torre medieval que es
el castillo de Santa Bárbara, y que no invalida las interpretaciones que,
alusivas a la riqueza hídrica de la zona y sus posibilidades agrícolas, la
emparentan etimológicamente con la idea de zona fronteriza, de paso, con
posibilidades de explotación de agricultura de subsistencia y ruta comercial
natural en base a la accesibilidad entre el mar y el interior peninsular
surlevantino, que le concede el curso del río junto al que se ubica. Estos
razonamientos etimológicos y especulaciones lingüísticas tienen sentido en
tanto no se demuestre documentalmente, o a través de inscripciones
numismáticas o epigráficas, como ocurrió con la res pública
Tagilitana (Yhlyt), o con Baria, otro origen del topónimo Overa. © Salvador Navarro Fernández
Licenciado en Filología Hispánica.
*Revista de estudios albacetenses.
Orosio fue el primero que definió el término “burgo”, en la acepción de pago, vicus, habitaculum, aldea, y al hacer la definición de esta palabra, San Isidoro prueba que había burgos de tal clase en España a raíz de la invasión germánica. La etimología de la palabra es latina para Orosio, puesto que dice que los romanos habían designado con ella, en el siglo I de nuestra era al primer pueblo de raza germánica que, con carácter sedentario, se estableció en el Imperio: Hos (Burgundiones) quia creba per limitem habitacula constituta, “burgos” vulgo vocant.
*Revista de estudios albacetenses.
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