A los amadores desencantados, hartos de sufrir los desengaños de sus anhelos... frustrados por el capricho de un dios infante con alas, provisto de flechas, desnudo y con los ojos vendados:
CIEGO QUE APUNTAS Y ATINAS, de Luís de Góngora
Ciego que apuntas y atinas,
caduco dios y rapaz,
vendado que me has
vendido
y niño mayor de edad,
por alma de el tu madre
—que murió, siendo inmortal,
de invidia de mi
señora—,
que no me persigas
más.
Déjame en paz, amar tirano,
déjame en paz.
Baste el tiempo mal gastado.
Amadores desdichados
que seguís milicia tal,
decidme, ¿qué buena guía
podéis de un ciego
sacar?
De un pájaro, ¿qué
firmeza?
¿Qué esperanza, de un rapaz?
¿Qué galardón, de un desnudo?
De un tirano, ¿qué
piedad?
Déjame en paz, amor
tirano,
déjame en paz.
Diez años desperdicié,
los mejores de mi edad,
en ser labrador de Amor,
a costa de mi caudal.
Como aré y sembré,
cogí:
aré un alterado mar,
sembré una estéril
arena,
cogí vergüenza y afán.
Déjame en paz, amor
tirano,
déjame en paz.