Te vas, Susana, te vas…
¿Qué vamos a hacer sin ti…?
¿Qué haremos sin tu sonrisa impostada…?
¿Qué será de los niños que abrazabas en campaña…?
¿Qué será de nosotros, qué será ya sin tus dádivas?
¡Ten piedad de tus lacayos; no te vayas…!
Repetimos votación, si te hace falta.
Esto será un sinvivir.
No sabremos por la calle cómo ir:
si adelantar por la izquierda
o por derecha malvada.
No podremos recibir
los benditos pan y agua
que generosa
nos dabas
a los fieles paniaguados de tu alma.
Contigo, la vida estaba
mucho más que asegurada…
no temíamos al mañana,
pues políticamente atada
el gran Manuel la dejaba
a José Antón, y éste a ti,
su joven y lista ahijada.
Pero si te vas, acaba
de arreglar la situación.
¿Dónde irá tanto asesor
y distinguido alto
cargo?
¿Qué harán sus preclaros cascos…?
¿Qué nómina formarán
de puestos desocupados?
A qué oficina acudirán
como operarios en paro
y en fila se dispondrán
a solicitar trabajo?
¿Cuánto paro cobrarán
como alto desempleado?
Las labores de mudanza
que no temíais padecer
se acercarán
sin tardanza
antes del atardecer.
Los confortables sillones
que amoldásteis a placer
a vuestros glúteos sobones
habrán dejado de ser
los humildes servidores
que os mimaron ayer,
y ofrecerán los calores
y el suave tacto de piel
a los nuevos moradores.
Decid adiós a los autos
oficiales, conducidos
por chófer como un esclavo;
a la tarjeta de pago
con cargo a los fondos bajos;
a dietas y
gastos varios
alegres, sin sobresalto
de ver reducido el saldo
en vuestra cuenta del banco.
Acostrumbraos a poner
combustible del barato
con la tarjeta prepago,
y a pedir menú turístico
en restaurante de paso;
a tratar con menos humos
al resto de ciudadanos,
y por encima del hombro
no mirar con desparpajo.
¡Qué pena no poder ver
constantemente en “la nuestra”
las mismas caras de ayer
dándoles una y otra vuelta,
al derecho y al revés,
inaugurar sin vergüenza
cualquier minucia, otra vez,
a la mayor gloria vuestra…!
No pudiste
soportarlo;
eran de tu
propiedad:
La Junta,
con su aparato
y su red
clientelar
de poder,
soberbia y gasto;
los vítores,
que, al pasar
te lanzaba
el pueblo llano…,
tu aparición
estelar
en Canal Sur
telediario;
la admirable
autoridad
que disfrutabas
antaño,
(¡oh,
sorpresa electoral!)
de pronto,
se han esfumado.
De algún
modo has de enmendar
tan grave
desaguisado:
La sede hay
que rodear
del Parlamento
sagrado,
que odiosas fuerzas del mal
villanamente
han osado
del poder,
desalojar
a tus correligionaros.
Las huestes
en autocar,
en AVE,
incluso andando,
vengan hoy a
batallar
por lo que
nos han quitado:
el glorioso
bienestar
en nuestro
cortijo amado.
No se
investirá, sin más,
a un tío
deslegitimado,
de derechas,
montaraz,
por
radicales aupado.
¡Por el
Infante don Blas,
que no
pasarán, sin daño!
Y todo
retornará
como se
encontraba antaño.
Salvador Navarro Fernández
Enero de 2019