domingo, 31 de mayo de 2020



                                         ELEGIA EN UNA PRIMAVERA AUSENTE


  Hay paz de plomo en las calles,
silencio en los cementerios;
urgencia en los hospitales
y abandono en el gobierno.
Incertidumbre en las clases
que cesaron en invierno
y temor entre los padres
ante un futuro incierto
laboral de sus infantes.
La peste de nuestro tiempo
se expande por todas partes
sin que podamos el miedo
evitar que nos asalte.
Pandemia en el mundo entero
enviada por orientales
desde algún laboratorio
o una tienda de animales.
Sin un remedio certero
ni vacuna que nos sane,
Paracetamol primero,
Apeirón en otra fase,
Hidroxcloroquina luego
(no cualquier fórmula vale)
o algún remedio casero
que gastaban nuestros padres,
saldremos de nuestro encierro
-fantasmas de nuestras calles-
temerosos del encuentro
con cualquiera que nos hable
a una distancia de un metro
sin mascarilla delante.
Nos mostraremos respeto
como hispanos samurays;
no le daremos ni un beso
ni un abrazo tierno, amable
y hablaremos con recelo
a niños, mozos o grandes;
incluso desconfiaremos
de los propios familiares.
Después de ímprobo esfuerzo
sacrificios y avatares
lucha abnegada y denuedo,
en precario los pilares,
que son todos los galenos,
camilleros y auxiliares,
enfermeras y enfermeros;
después de todos los males,
incluidos los decesos
de algunos profesionales,
las despedidas sin duelo
sin salir de los portales
por este confinamiento,
no será fácil contarles
a nuestros nietos un cuento
que sirva para aclararles
por qué algunos abuelos
de sus amigos del parque
ya no vigilan los juegos
de sus niños, por la tarde.


                                           Salvador Navarro Fernández, marzo de 2020

miércoles, 20 de mayo de 2020


Dicen que tiene el suplicio
del discurso del sabat
o sermón de Pedro Sanz
carácter alimenticio
de cordón umbilical
entre Gobierno y Ciudad.
A mí me saca de quicio
este Sánchez maladroit
con su homilía semanal.
De estulticia tiene oficio
y es mayúscula maldad
de gobernante incapaz,
esa paliza o fornicio
del sábado en su canal,
a la hora de almorzar,
a su sólo beneficio
y a costa del personal
crédulo, ingenuo, vulgar,
fanático y estulticio.
Se adivina ya el final,
mediando algún hospital,
del camino al precipicio
de esta pandemia fatal,
con origen oriental
de guerra sin armisticio,
conversaciones de paz
ni tregua a la que llegar.
 Alcanza el grado de vicio
el castigo quincenal,
rito gubernamental,  
al pecador con cilicio
que nos arrea el zagal
al rebaño en pubertad
como niños del hospicio,
huérfanos sin libertad
o expósitos de adoptar.
Un gran acuerdo propicio
de duración semanal
y más tarde mensual
pretendió desde el inicio
de Ciudadanos lograr
y a su jefa engatusar
este Hércules ficticio.
Trilereando se va
de grupo en grupo el rapaz,
Adonis, y jamás Picio.
 Que alguien haga un orificio
a esta mazmorra letal,
esta cárcel nacional
hermética, sin resquicio,
de sufrimiento fetal
o de depresión mental.


                                      Salvador Navarro Fernández