Dicen que
tiene el suplicio
del discurso
del sabat
o sermón de
Pedro Sanz
carácter
alimenticio
de cordón
umbilical
entre
Gobierno y Ciudad.
A mí me saca
de quicio
este Sánchez
maladroit
con su
homilía semanal.
De
estulticia tiene oficio
y es
mayúscula maldad
de
gobernante incapaz,
esa paliza o fornicio
del sábado
en su canal,
a la hora de
almorzar,
a su sólo
beneficio
y a costa
del personal
crédulo,
ingenuo, vulgar,
fanático y
estulticio.
Se adivina
ya el final,
mediando
algún hospital,
del camino
al precipicio
de esta
pandemia fatal,
con origen
oriental
de guerra
sin armisticio,
conversaciones
de paz
ni tregua a
la que llegar.
Alcanza el grado de vicio
el castigo
quincenal,
rito
gubernamental,
al pecador
con cilicio
que nos
arrea el zagal
al rebaño en
pubertad
como niños del
hospicio,
huérfanos
sin libertad
o expósitos
de adoptar.
Un gran
acuerdo propicio
de duración
semanal
y más tarde
mensual
pretendió
desde el inicio
de
Ciudadanos lograr
y a su jefa
engatusar
este
Hércules ficticio.
Trilereando
se va
de grupo en
grupo el rapaz,
Adonis, y
jamás Picio.
Que alguien haga un orificio
a esta
mazmorra letal,
esta cárcel
nacional
hermética,
sin resquicio,
de
sufrimiento fetal
o de
depresión mental.
Salvador
Navarro Fernández
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