lunes, 17 de agosto de 2015



ODA A UN RÍO INTERMITENTE. EL RÍO QUE NOS LLEVA.

 Río que vas de peña en peña:
Déjame,por Dios, pasar
Que mi pobre madre enferma
 Ayer me  mandó (a) llamar.

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¿Ves, San Miguel, nuestro río
surco por Gerión arado?
¿Está sereno y tranquilo
o con ira y enojado?
¿Ha descargado con saña
por las cumbres el nublado?
¿O fue agua de borrajas
según es lo acostumbrado?
¿Vienen por él ya las aguas?
Dinos si se va acercando
la lengua, con la que arrasa
campo yermo o cultivado,
-o la punta que otros llaman
en estilo no elevado-,
la masa ocre que brama,
ruge y embiste corneando,
acometiendo en manada
a las riscos golpeando;
la espuma sucia que salta
en  marrones latigazos.
Si todo eso observaras
desde tu otero elevado,
desde tu ermita blanqueada,
lumbre de cal en el llano,
desde tu esbelta atalaya,
alcázar de los cristianos,
que es de Nubla fina estampa;
desde tu monte serrano,
recia, preciosa esmeralda;
desde tu cerro sagrado,
celador que tierra guarda,
vigía del cielo nombrado,
a tu grey humilde y llana
hazlo saber ipso facto.
Cuando presientas que baja
mortal y ciega la ola
avísanos, da la alarma,
 no dudes, a cualquier hora,
si ruge como una fiera
o acecha como alimaña
haz sonar la caracola,
la cuerna, tambor o trompa
de un cortijo en la ribera
para que todos lo oigan;
y confesados los coja
a los creyentes su fuerza,
y resguardados acoja
a tiempo, de tal fiereza,
su alma, en febril congoja,
en volandas, pasajera,
la Providencia piadosa.

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Río soberbio, toro suelto
de turbias y bravas aguas,
de tiempo en tiempo revuelto
en septembrinas borrascas;
gigante mar turbulento
de olas como montañas:
déjame alcanzar la orilla
 ¡No me ahogue en hora mala!
Voy a jugarme la vida
y librar esta batalla
contra rival tan severo
mano a mano, braza a braza,
y estrechar contra mi pecho
a la que me enseñó el habla
que  en aquel lado me espera
rezándole a nuestra santa
protectora de tormentas,
de mineros y otras causas,
la patrona Santa Bárbara,
para que no sufra herida,
para que no pierda el alma.
Sé bueno y clemente ahora,
descansa, haz una pausa
y permíteme que pase
de un lado a otro sin barca;
no hay puentes ni pasaderas
que rompiste en tu riada
sin que nadie lo temiera,
sin que nadie lo esperara;
sin que nadie lo temiera…
y menos, lo deseara.         


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Río bravo de aguas turbias,
furia de morlaco negro,
preñado a veces de lluvias
o de sequías sin cuento;
glorioso germen de vida
y muerte en otras, reseco:
Sé claro no uses argucias,
desvélanos tu misterio,
si no nos das alegría
no impongas el desconsuelo.


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Río soberbio, río seco,
río muerto, hijo de rambla,
de arena y de piedras lleno
sin una gota de nada.
Río triste, río serio,
río de lluvias sediento:
Nadie te mira a la cara
desde que sólo traes viento;
nadie te quiere mentar
si no es con menosprecio;
nadie a acompañarte baja
en busca de tu aire fresco;
nadie viene a contemplar
tu cara de roto espejo,
de eterna ausencia de agua,
ahora que tienes el cuerpo
vacío como una cántara
urgente en las aguaderas
camino de fuente clara
a lomos de burro negro.


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¡Cuántas veces te has burlado,
mostrando tu faz guerrera,
de la buena fe sincera,
y con furia has arrancado
sobre rudo potro alado,
la huerta, el trigo o la higuera…!
Cosecha, vida y hacienda
del hortelano abnegado
te has llevado en la carrera
como corcel desbocado.
Y con odio te has jurado
continuar la contienda
y no abandonar la senda
de enemigo declarado.

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Rio nuestro, río desierto,
el de las mil asechanzas:
¿Estás forjando las armas
de la próxima asonada?
El arcángel nos proteja
-San Miguel el de la espada-
y la mártir Santa Bárbara,
de tragedias malhadadas,
de diluvios infernales,
de terroríficas aguas,
y de odiosos vendavales;
séanos piadoso el cielo
y pase como si nada
la nube negra de lluvia
sobre la tierra inundada.
Líbrenos de los malvados
truenos sonoros y rayos
y venga el sol y la calma
tras esta tormenta aciaga.



             ©Salvador Navarro Fernández.          



                               

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