A NUESTRO
MILENARIO OLIVO
Y A SU FRUTO
INCOMPARABLE.
Aceite de oliva virgen
para el sol de las gallinas:
el huevo frito, que sirven
en las mejores cocinas,
mientras las patatas fríen
en redondas sartencillas
los cocineros que ríen
al son de pompas extintas.
………………
El bien llamado oro verde
que a los
dioses alimenta
todos los
dones comprende
y a todo
humano contenta.
De las
aceitunas viene
y a las
mesas ornamenta,
las
ensaladas sostiene
y los guisos
condimenta.
Óleo que de
olivas tiene
el mismo
aroma que ostenta
de aceitunas
el aceite
cuando bien
se paladea.
En el
solisticio siempre
de invierno,
a su cima llegan;
y alcanzan
de modo simple
el cénit de
su belleza.
Perlas de
ópalo en septiembre;
joyas
rubíes, verdinegras,
de sangre,
en el mes siguiente;
esmeraldas
sempiternas,
zafiros son
en diciembre,
que están, cuando se cosechan,
preñadas de
fino aceite,
y,
soberbias, se presentan
-azabaches,
refulgentes-,
las olivas a
la mesa.
Su jugo
dorado ofrecen
y broncean
la morena
piel de
hispánicas mujeres
más que el rey
sol en la arena.
Vida y sabor
plenos tienen
y hasta el
alma misma llegan
con
placentero deleite,
cuando a la
mesa se sientan
en amistoso
banquete
los amigos,
que serena
plática
sabia mantienen
buscando la
fuente eterna
de los
profundos saberes
que poseyera
Minerva
saliendo
violentamente
de la divina
cabeza
jupiterina
en la frente,
a la luz de
la candela
nocturna
luminiscente,
cuidando que
no bebiera
lechuza en el
recipiente,
donde arde
con llama eterna
el dorado
aceite verde
y la
estancia oscureciera
sin combustible
fulgente:
noche negra
que trajera
ave plumosa
silente,
de la diosa,
compañera,
vigilante
impenitente,
y operaria
nocharniega.
Foco de luz,
de olivar
caldeado en seca
tierra
que Apolo cuida
y nos da,
sustento de
la candela,
comprimido,
por licuar
cuando lo
atrape la prensa,
de almazara
secular
de algún río
en la ribera;
y que no se
ha de quemar
hasta que
alumbre en la mecha
de algodón
de "espabilar"
en candil,
en la linterna
o en farol de
brujulear
por senda
oscura y severa:
el aceite divinal;
sencilla luz
duradera.
Símbolo vivo
de paz
el olivo nos
alienta
con fuerza y
longevidad
a vivir la
vida eterna
y le da
vitalidad
la madre
Naturaleza.
Atenea creó
la ciudad
celebérrima
de Atenas
cultivando
un olivar
en la sacra
fortaleza
de la
Acrópolis local;
tras fatal
incendio persa
contra el
viento y la marea,
con toda
severidad,
las brasas
de leña seca
ganan en
vivacidad
y hacen que
la lumbre crezca
arrasando
sin piedad
el templo aquel
de Atenea
y abrasando
hasta el final
ígneo fuego
persevera;
con
estrépito fatal
se aviva la
llama inmensa
frente a
rudo vendaval
quemando la
hermosa leña
de olivo en
la ciega hoguera.
Renacido en
su total
verde y
segura rudeza,
brotó
robusto ejemplar
para orgullo
y gloria griega,
frente a
toda adversidad,
signo de
supervivencia.
© Salvador Navarro Fernández
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