martes, 22 de diciembre de 2015

A NUESTRO MILENARIO OLIVO
Y A SU FRUTO INCOMPARABLE.

Aceite de oliva virgen
para el sol de las gallinas:
el huevo frito, que sirven
en las mejores cocinas,
mientras las patatas fríen
en redondas sartencillas
los cocineros que ríen
al son de pompas extintas.

             ………………

El bien llamado oro verde
que a los dioses alimenta
todos los dones comprende
y a todo humano contenta.
De las aceitunas viene
y a las mesas ornamenta,
las ensaladas sostiene
y los guisos condimenta.
Óleo que de olivas tiene
el mismo aroma que ostenta
de aceitunas el aceite
cuando bien se paladea.
En el solisticio siempre
de invierno, a su cima llegan;
y alcanzan de modo simple
el cénit de su belleza.
Perlas de ópalo en septiembre;
joyas rubíes,  verdinegras,
de sangre, en el mes siguiente;
esmeraldas sempiternas,
zafiros son en diciembre,
que  están, cuando se cosechan,
preñadas de fino aceite,
y, soberbias, se presentan
-azabaches, refulgentes-,
las olivas a la mesa.
Su jugo dorado ofrecen
y broncean la morena
piel de hispánicas mujeres
más que el rey sol en la arena.
Vida y sabor plenos tienen
y hasta el alma misma llegan
con placentero deleite,
cuando a la mesa se sientan
en amistoso banquete
los amigos, que serena
plática sabia mantienen
buscando la fuente eterna
de los profundos saberes
que poseyera Minerva
saliendo violentamente
de la divina cabeza
jupiterina en la frente,
a la luz de la candela
nocturna luminiscente,
cuidando que no bebiera
lechuza en el recipiente,
donde arde con llama eterna
el dorado aceite verde
y la estancia oscureciera
sin combustible fulgente:
noche negra que trajera
ave plumosa silente,
de la diosa, compañera,
vigilante impenitente,
y operaria nocharniega.

Foco de luz, de olivar
caldeado en seca tierra
que Apolo cuida y nos da,
sustento de la candela,
comprimido, por licuar
cuando lo atrape la prensa,
de almazara secular
de algún río en la ribera;
y que no se ha de quemar
hasta que alumbre en la mecha
de algodón de "espabilar"
en candil, en la linterna
o en farol de brujulear
por senda oscura y severa:
el aceite divinal;
sencilla luz duradera.


Símbolo vivo de paz
el olivo nos alienta
con fuerza y longevidad
a vivir la vida eterna
y le da vitalidad
la madre Naturaleza.
Atenea creó la ciudad
celebérrima de Atenas
cultivando un olivar
en la sacra fortaleza
de la Acrópolis local;
tras fatal incendio persa
contra el viento y la marea,
con toda severidad,
las brasas de leña seca
ganan en vivacidad
y hacen que la lumbre crezca
arrasando sin piedad
el templo aquel de Atenea
y abrasando hasta el final
ígneo fuego persevera;
con estrépito fatal
se aviva la llama inmensa
frente a rudo vendaval
quemando la hermosa leña
de olivo en la ciega hoguera.
Renacido en su total
verde y segura rudeza,
brotó robusto ejemplar
para orgullo y gloria griega,
frente a toda adversidad,
signo de supervivencia.

                                                        ©    Salvador Navarro Fernández



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