lunes, 13 de octubre de 2014



A la Virgen Inmaculada, patrona de La Ermita


Llena de gracia, María,
Purísima Concepción,
Escúchanos, en tu día,
Y venga a nos tu bendición,
Da a estos devotos la guía,
De buenos de corazón
En  esta terrenal vía.
Recibe nuestra oración
Humilde, sencilla y pía,
Pedida  con devoción;
Intercede por nosotros
Ante el poder del Señor,
Para que no estemos solos
Olvidados, sin amor;
Ni de soberbios, mirados
Con menosprecio o rencor;
De envidiosos, envidiados,
Ni  creadores de temor
Por  alguien considerados.
Haznos piadosos, Señora,
Con los humildes y honrados
Y con los necesitados
Haznos pródigos sin hora
Para poder ayudarlos.
Virgen Santa , de Murillo,
Excelsa Madre de Dios,
Protégenos del peligro
Del río o de algo peor
Que pueda sobrevenirnos
Y quiérenos con amor
Propio de madre a sus hijos,
Como  -¡con tanto dolor!-
Quisiste a Dios, Jesucristo.


                                   ©  Salvador Navarro Fernández


DE CÓMO INTERPRETÁBAMOS EL LATIN Y EL CASTELLANO CULTO ALGUNOS HABITANTES DE MI ALDEA, A TRAVÉS DE LOS RITOS RELIGIOSOS.


     Cuando llegaba el mes de las flores, en Mayo, nos convocaban para hacer un extraño y curioso viaje, que no nos alejaba mucho de nuestras casas. Unos más y otros menos, sabíamos que había que ir a un sitio, todos juntos con ramilletes y guirnaldas de flores, en especial rosas blancas, rojas o amarillas, porque así lo decía el cántico mariano: “Venid y vamos todos, con flores a porfía”. Desconocíamos dónde se encontraba “Porfía”, pero no cabía duda de que allí había que ir;  y en el siguiente verso del cántico, se precisaba que  “con flores a María”, repetido , “que madre nuestra es”. ¡Y a una madre había que obsequiarla con lo mejor que uno pudiera…! Eso estaba claro.
    En la oración del Padrenuestro, al llegar a “venga a nosotros tu reino” entendíamos que de algo bueno se trataba, pues todo un reino, para nosotros, no podía ser  perjudicial. Cuando se iniciaba la segunda parte, no entendíamos muy bien qué decíamos con aquello de  “danos de hoy”, por “dánosle hoy”, porque ese leísmo con pronombre enclítico era demasiado fino para nosotros, los  iletrados. Pero, bueno, enunciábamos la oración, y nos quedábamos tan santos, o tan panchos. En realidad, sonaba a “danos algo de comer”, que buena falta teníamos.
    No estoy seguro tampoco de que supiéramos qué sentido tenía “perdonar las deudas así como nosotros perdonábamos a nuestros deudores”, ya que sabíamos lo que era “tener trampas”, pero no, deudas. Ya, lo de “no dejarnos caer en la tentación”, tal vez sí, aproximadamente, pues, por poco que se reflexionara, caerse no era recomendable.  Después, según Billy Wilder en 1955, la tentación se trasladó al piso de arriba, con Marilyn Monroe, y llegaron a ser más fáciles de entender algunas tentaciones de pecar.
    Al recitar la letanía, teníamos claro que la respuesta a cada invocación a la Virgen (dudo de que supiéramos que Virgo era Virgen), había que decir  “Ahora, a por Nobis”. Ni sabíamos quién era aquel Nobis, ni por qué había que ir a buscarlo. Tiempo después, alguien aclaró, o vimos escrito “ora pro nobis”, pero seguimos sin entender su significado hasta que, tras el Concilio Vaticano II, tradujeron el latin al castellano y ya dijimos “reza por nosotros”. Pero no era igual, había perdido el misterio y el encanto de la musicalidad.
    La Torre de David (turris davídica), Regina angelorum (Reina de los ángeles), Refugium pecatorum (refugio de los pecadores), Virgo potens (Virgen influyente, poderosa), Turris ebúrnea (torre de marfil) y otras muchas virtudes y cualidades,  aplicadas a María por quien dirigía la letanía, eran coralmente acompañadas con aquel rotundo y plenamente en serio formulado “ahora a por nobis” o “ahora por nobis”, que podía haber significado en aquel peculiar lenguaje nuestro algo así como “hoy, por mí; mañana, por ti”.
    Debía de ser en la procesión del Corpus Cristi cuando yo he oído, tras el “Perdona a tu pueblo, Señor”, un trabalenguas similar a esto: “Nuestre setrenamente ennojadddo”, haciendo énfasis en la sílaba  “ –do”, aunque pocas veces mis paisanos pronunciaran así el final de estos participios (decíamos, normalmente, “ennojao”).  El “no estés eternamente enojado” era dicho por los más instruídos. Pero todos éramos muy devotos y circunspectos.
    No teníamos ni idea de lo que decíamos en latin, hasta que nos aclararó las cosas, pasándolas al castellano, Juan XXIII.
    De todas formas, tenía más atractivo, era más sugerente y misteriosa  –que, a fin de cuentas, a misterio se reduce- la misa, dicha en latin. Porque, además, en ocasiones, sigue siendo incomprensible. Por ejemplo  -aunque también se decía así en latin-: ¿Por qué tradujeron “El señor esté con vosotros; y con tu espíritu” siendo así que decimos “vosotros”, la respuesta lógica sería “y contigo”, no “y con tu espíritu”. “Et cum espíritu tuo” sonaba a música de clarinete o algo así: espiri-tu-tu-ó.
    Desde luego, suena muchísimo mejor  “ Agnus dei,  qui tollis  peccata mundi //miserere nobis” que “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo//ten piedad de nosotros”, dicho en la letanía del rosario.
    ¿Supimos pronto lo que decíamos al llegar al confesionario diciendo  “Ave, María Purísima” (“salud, María purísima”)? Yo creo que nunca, jamás.
    ¿Y con lo de María Inmaculada?  Desconocíamos qué era una mácula, y, por lo tanto, no íbamos a saber qué era algo sin mácula. Luego, tampoco sé si hemos aprendido que Inmaculada significa que no tiene mancha, tacha, pecado o culpa alguna.
    ¿Y cuando nuestras hermanas cantaban a coro, con voz más o menos impostada o en falsete “Salve, Regina, mater misericordiae”? Era la misma salve que luego se rezaba en castellano “Dios te salve, Reina y Madre de misericordia”, pero no lo parecía, no lo supimos, creo que nunca.
    ¿Y cuando formulábamos aquel juramento de confirmación de ser cristianos “Yo renuncio a Satanás, a sus pompas y a sus glorias…”? ¿Qué pompas eran aquéllas? No sabíamos que eran lujos, riquezas, vanidades o solemnidades, sino que parecían esferas de jabón líquido multicolores, irisadas.
    En el “Gloria Patri”, al llegar al “in saecula saeculorom”, era inevitable sonreírse, pues algunos pensábamos en una caída de alguien, golpeando el suelo con las posaderas, ¡y tampoco venía a cuento en un rito religioso tan solemne…!
    Con lo del “Sursum corda”, como en la vida normal se aludía a algo muy poderoso  (“¡Eso lo va a hacer el Sunsuncorda!”-se decía), cuando lo pronunciaba el cura para decir “Levantemos el corazón” nos parecía fuera de lugar, vamos, que no pegaba eso del “sunsuncorda” que a nosotros nos sonaba casi a blasfemia. ¡Qué imaginación! Y todo por el simple hecho de no saber latin, ¡qué cosa!
    Nunca supimos, entonces, por qué se llamaba rosario a aquel rezo de misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, pero la palabra misma  “misterio” ya nos atraía.  Desconocíamos igualmente que la “Intemerata” era la “pura”, la “sin mancha”, o sea, La Virgen (decíamos: “Le cayó la Intemerata”, para dar idea de que había recibido algo muy grande). Y, además, el rosario de cuentas no parecía tener nada que ver con otra cosa sino consigo mismo: una ristra de bolitas que servían de guía en el rezo. Ya, más tarde, supimos que “rosario” era corona de rosas, de las cuales, las hojas verdes eran los misterios gozosos, las espinas, los dolorosos y las rosas los gloriosos. ¿Y por qué no lo dijeron entonces…? ¿Era tan importante mantenerlo todo con tanto misterio? Se ve que sí.
    En el “Señor mío Jesucristo”, se oía decir: “Señor mío Jesucristo, yo soy hombre verdadero”, o sea, un hombre que decía   la verdad, que no mentía, y, por lo tanto, no pecaba, que era lo que se le pedía.

    En el “Yo, pecador”, del catecismo del Padre Ripalda, hacia la mitad de la Confesión general, se decía “Por tanto ruego” sin una triste coma 
enmedio, y acababa uno entendiendo que aquello que decía era por una buena cantidad de ruegos, cuando, en realidad quería significar que como había pecado, por eso rogaba que le perdonaran. ¡Un verdadero lío, vaya!



                                                         Salvador Navarro Fernández

No hay comentarios:

Publicar un comentario