domingo, 3 de enero de 2016

¡ESO SÍ QUE NO!

¿Que te quiera yo…?
¡Eso sí que no!
¡Que te quiera tu marido, que es su obligación…!
¿Fue un sino fatal,
una maldición
de los hados de la tierra, el aire y el mar
que en rudo tifón
hizo naufragar
la nao capitana y la expedición?
¿Por qué lamentar
 lo que no pasó
 y tuvo un final
 distinto al guión?
Ahora hay que olvidar
sin mucho dolor.
Que amor con amor se paga,
dice el refrán;
y ya no está en esta casa
tu dulce hogar,
y pasa de otra manera,
la vida fugaz.
Así que ahora, plañidera,
despidámonos.
Que no todo tiene enmienda;
y eso es lo peor.
      ……………..
Si el amor parece escaso,
tentar la suerte o fortuna
y a cualquiera hacerle caso
que te prometa la luna
o colmarte vaso a vaso
de agua clara una laguna,
llegar al sol en un paso,
o vivir vida perruna
viendo acercarse el ocaso
de la tarde en la espesura
del bosque fresco de álamos,
sin actividad alguna,
oyendo el arroyo manso
lamer blanca o peña oscura,
volando en los dulces brazos
de la blanda y nívea espuma
es calmar la sed en vano;
y preferible es ninguna
promesa así; que es un falso
monte de arena, una duna,
movida al viento que, raudo,
va trasladando una a una
partículas por el llano,
sin que lleguen a ser nunca
colina, cerro o collado
por el incesante paso
del tiempo, que las empuja
hacia un seguro  fracaso.
El Etna ruge y escucha
a dos monstruos legendarios
y espera que nadie sufra
en sus garras gran cuidado
mientras el estrecho cruzan
navegantes avezados:
Escila y Caribdis mudan
del marino, navegando,
cuando por Mesina cruza,
la suerte, y van alternando
las rocas que lo desnudan
y el torbellino, girando.
Cantos de nereida escucha
el nauta mediterráneo
sin dejar que le seduzcan,
al son del cómitre armado,
con el látigo que ofusca,
 de  terrible  y firme mazo,
exigente en la penumbra,
a los remeros, remando.
Entre dos aguas que inundan
-marinero me proclamo-
mi barco que el agua surca;
soy Neptuno en el océano,
Ulises del agua turca,
héroe  de Troya, guerreando;
y voy sorteando la lluvia,
rayos y truenos retando,
con la más firme bravura
a mi Itaca retornando.
Penélope es la aventura
única de mi descanso;
y no escucho partituras
ni de sirenas los cantos.



                                         ©   Salvador Navarro Fernández.

No hay comentarios:

Publicar un comentario