sábado, 21 de diciembre de 2013









DIÁLOGO PACÍFICO-BÉLICO DE LAS ESPECIES EN EL ARCA DE NOÉ DE LOS CINCO BARRIOS.


EVOCACIÓN DEL NACIMIENTO DE ROMA Y SUS SIETE COLINAS


Cinco barrios, cinco rosas, cinco
cerros, montes o colinas rocosas,
insignes hitos geográficos vivos
de historia sencilla, gloria y olvido:
Cerro de Santa Bárbara, el castillo;
de San Miguel flamígero,el roquedo;
 Sierrecica, la brava y montuosa;
de La Concepción, colinas undosas;
monte del Peñascal, desfiladero
a los pies de este  castillo señero
testigo en nuestro Tíber Superbo
del rechazo al moro berebero.
Y a la vista de todos, presidiendo,
La Tetica, cumbre del valle nuestro
de Bacares, nevada el mes de enero.
Entre ellos vivimos, por ellos muero
y a ellos les dedico versos sinceros.

Honrados hijos de esta amada tierra
rústica y cívica a la vez, Overa:
Mirad la hermosa, mítica doncella
que tuvo a bien dar la luz primera
a vuestros ojos en la cuna tierna.
Arca de Noé  del Ararat monte
alojó en su seno riquezas enormes,
pintoresca fauna acompañó al hombre.
Para estar aquí, cruzaron el orbe
dulces palomas de la tierra armenia
laudinas voladoras de ribera

que hablaban del final de algún diluvio,
veloces, potentes, blancos centauros,
briosos corceles, soberbios caballos
llevando a su grupa mancebos hidalgos
cabalgando en noches de plenilunio;                                    
équidos otros también, más modestos
de porte, figura, elegancia y fuerza:
los mulos y burras de arar la tierra,
sencillos, humildes, de lucha y de briega.          
Ícaros, gavilanes de otra era
que oteaban agudos los polluelos
de la incipiente granja de la llueca,
a quien le robaron prole primera
entre maldiciones, quejas y duelos
de las abnegadas mujeres buenas.
Cantautoras chicharras de una oda
al ardiente calor del duro estío,
adheridas y ocultas con sigilo
a una grisácea rama oscura y rota.
Polícromos jilgueros de las ovas
que cayeron cazados por las sombras
cuando su sed saciaban en el río,
y alegraron melódicos las horas
en las casas, sembrados y caminos.

   


Gorriones descarados de los trigos
que hurtaron cosecha trabajosa
a dignos labradores tan sufridos,
en horas de descanso merecido
tras jornada de sol a sol penosa.
Perdices comedoras en bandada,
protegiendo a sus jóvenes hijuelos
de quienes iban a “correr los pollos”,
cuando ávidos de caza los batieron,
muchachos que a tal presa persiguieron.
Bucólicos corderos de odisea,
sutil  y  áurea lana de rebaños,
vellón o vellocino de otra Argos
que pastores muy diestros tripularon,
de esquila artísticamente labrada
con increíbles férricas tijeras.
Blancos calostros de rumiante cabra,
sabor exquisito, dulce bocado
hurtado al choto cuando es ordeñada
su madre, que en las ubres guarda
fino tesoro, manjar codiciado.
Chapetas y caracoles serranos
que al son de la lluvia salen bailando
la danza maldita del condenado
a muerte de hambre o, aún vivo, guisado
y a fuego lento después cocinado,
servido en la mesa y muy celebrado,
andan confiados en días de verano
porque nunca llueve a esa altura de año;
hasta que una nube el campo ha mojado
y van a pasear tranquilos y guapos,
hallando esta vez que el fin ha llegado
cuando al “cachulero” han sido invitados
por extraño amigo, el rapaz humano.
Saltamontes, alangostos en jerga
ante la amenaza de ser fácil presa
de cruel infante aprendiz de fiera
que  descoyunta sus miembros y aterra,
abren las alas batiendo con fuerza
y buscan a ver si alguien les libera
y les pone a salvo de tan vil miseria.             
La gris liebre y el conejo roedor
al mínimo ruido de brizna de hierba
le dan pistas ciertas al cazador
y suena dos veces un ¡pum! matador
dejando aturdida a la pobre presa,
que ríe agradecida a la escopeta
por negar tal premio al predador.
El rastro, no obstante, han regalado
al podenco, mastín o perro galgo,
que se lanzan raudos en acto reflejo
a la carrera, a muerte, jadeando,
mientras su dueño observa perplejo
y la escena disfruta contemplando.
Nocturno escalador de gallinero,
el zorro mil gallinas ha robado
impunemente desde tiempo viejo;
por desgracia sus días han terminado
cazado y exhibido por el campo
donde tantas batallas ha librado;
su feliz captor, será compensado
con donativos de los ciudadanos
reconocidos de haber liberado
del  fiero enemigo al vecindario.
Negra, soberbia pareja de grajos
grazna el nombre del padre de ambos
cuando unos pillos le han preguntado
“¿Cómo se llama tu padre?”. “Juan, Juan”,
con media lengua les han contestado;
y siguen, majestuosos, volando
con ritmo potente, lento, pausado.
Suena el agudo gruñir de la piara
que alza las patas en la tapia baja
pidiendo alimento a la hora exacta.
Ve feliz crecer los cerdos el dueño
y sueña con la próxima matanza
o en la venta que hará del pobre cerdo.
La oliva comen tordos y zorzales
mientras los cepos amenazan tensos
bien disimulados por los zagales
en la “contra” dispuesta a tal efecto,
a muy corta distancia desde el suelo
hasta la vista de estos animales.
Alguno de ellos ha caído en la trampa
pero la mayoría han salido ilesos.
Puede que en la noche fría de viento
sean sorprendidos y caído presos
en poder del hombre hábil que caza.
Los bueyes del Carmen van enojados
porque los niños les han molestado.
Tiran de la carreta indiferentes;
no son agresivos, sino dolientes,
y, uncidos al ubio, se ven impotentes.
Como si de lidia fueran morlacos
se oye el estribillo de los muchachos:
“Bao,bao, tírate a lo colorao;
a lo negro, no, que está envenenao”
cantan  desde lejos, juntos, "valientes".
Un gato blanco y negro ágil escala
tras un pájaro el tronco de la parra.
Algunas breves plumas le ha arrancado
pero, torpe, ha perdido la batalla;
y baja triste, rápido, ofuscado;
se tumba en un rincón, medita y calla.
espera que lleguen de la cocina
los olores del guiso o del pescado,
a ver si de éste logra alguna espina
o sobras del magnífico guisado.
Luciérnaga fulgente ha aparecido
en medio del camino en noche oscura.
No sabe el caminante qué destino
persigue esta minúscula criatura,
qué come, qué hace, adónde va.
Le inquieta esa luz con que se alumbra;
la mira atentamente y no es capaz
de entender tal prodigio y luz tan pura.
El grillo ha disputado a la chicharra
el premio del verano a la canción
melódica o reiterativa.
La rana ha mediado como experta
y ha otorgado de forma inapelable
el primer puesto al grillo, que domina
tanto a coro así como solista
la música nocturna veraniega,
y además muchos pasos de baile,
amén de los rasgueos de guitarra;
Y, si le apuran, toca el xilofón.


Una avispa iracunda ha arremetido
contra una pobre oveja descarriada
que ha bebido en su charco: ¡Qué atrevida…!
El insecto en el morro le ha picado.
Moviendo la cabeza va la ovina
corriendo como loca al descampado
en busca de pastor veterinario,
pidiendo algún remedio, una aspirina
que baje la hinchazón que le han causado
y alivie su dolor en algún grado.
Despreciables moscas de los calores,
impertinentes, sucias y tozudas,
molestas, inútiles y peludas;
amigas de todos malos olores.
Moscas de primaveras y veranos,
parientes de mosquitos, sus hermanos,
incordiantes, agresivos, enanos,
causa de picaduras y escozores;
sorbiéronle la  sangre a los humanos
e hicieron gran ruido y mil diabluras.






                                                        ©Salvador Navarro Fernández.

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